viernes, 6 de abril de 2012

Somos las palabras que dicen lo que somos

Muchas veces nos han dicho que lo absurdo es eso que no tiene sentido, lo que va en contra de la razón. Pero ¿qué pasa con la razón? ¿la razón siempre tiene razón? puede que un día te sorprendas llevándole la contraria a uno que no tiene razón y entonces le estarás llevando la contraria al absurdo (y eso nunca).

En "Los días felices" de Beckett, la protagonista se pasa toda la obra enterrada en un montículo - durante la primera parte hasta la cintura, y en la segunda parte de la obra está enterrada hasta el cuello. Y esto, esto es de todo menos absurdo. Es poesía y de la que duele. Y esto de que el absurdo nos rodea, y que nosotros somos mucho más absurdos que cualquier libro, no es nada nuevo. De hecho, todo lo que hay en nuestra memoria, cada mínimo detalle de cada recuerdo que tenemos, nos lo hemos fabricado nosotros mismos con nuestras propias palabras, y eso no es más que ficción. Ficción pura y dura.

Hablando de Beckett, dice Enrique Vila-Matas "nos traslada a su extraña y tan distinta y singular manera de verlo todo, y luego, por la tarde, descubrimos que el mundo se nos ha ido volviendo beckettiano y que, como nos temíamos, somos solo palabras, estamos hechos de palabras, polvo de verbo, sin suelo en el que posarnos, y no nos importa ya quien habla, pues todo es  falso, no hay nadie, no hay nada en el nunca jamás, mejor ahogarse en este aire inaceptable". 

A veces no está de más meterse de cabeza en esa angustia, en el montículo que te llega hasta el cuello, en las palabras que decimos, que somos. El único peligro sería quedarse en el montículo, creer que llevamos la razón, aunque digo yo que hasta ahora nunca nos hemos quedado sin palabras para decir lo absurdos que somos.