domingo, 24 de abril de 2011

Del retorno y sus directrices

Tenga en cuenta el lector que la maleta debe hacerse de tal forma que, siendo el contenido exactamente el mismo que en el trayecto de ida, sea una tarea prácticamente imposible cerrarla en su camino de vuelta, a pesar de que aparentemente todos los elementos estén dispuestos para un sencillo cierre. Asimismo es sumamente importante dejar alguno de los elementos del baño como el champú o la pasta de dientes fuera de su equipaje una vez haya conseguido cerrarla después de arduos esfuerzos.

Asegúrese usted de la necesaria renuncia de alguno de los elementos que la maleta contuviera en su día, preferiblemente cualquier utensilio de uso diario como el estuche de las lentillas o bien las tan sufridas babuchas. A esta circunstancia pasaremos a llamarla posteriormente olvido, a pesar de que como el lector ya sabrá, esto no es más que el hasta pronto de las maletas.

Mientras cumpla usted estos sencillos pasos, la risa de Murphy estará, créanme, asegurada.

sábado, 16 de abril de 2011

Complemento circunstancial

 Levántate, rápido
llegas tarde

cógelo todo
mierda, las llaves, vuelve a casa
rápido, rápido
qué era ¿a menos cuarto o a y cuarto? pff.

6 minutos para el siguiente metro,
llegas tarde (mucho)
venga, un mensaje en plan "llego tarde, id yendo"

y te montas en el metro
y es raro porque mientras vas rápido a un sitio al que llegas tarde, vas sentado sin hacer n-a-d-a
bueno, escuchas música
escuchas música a la que no prestas ninguna atención (pero ninguna),
pero ahí está

venga, tu parada
cuélate entre la masa, vamos
y como ya somos viejos conocidos, ya sabes por qué huecos meterte para llegar antes a las escaleras
pero, uy, has perdido práctica
te adelantan

y por fin consigues salir, sólo has sido una más ahí dentro
tranquilo, aunque intentes recordar alguna de las caras del vagón, no lo consigues
ni la canción que escuchabas.

y por fin llegas,
saludas a todos,
y se te olvida el sudor de hace un segundo


porque te encanta.



                                                                                                                                               Hola Madrid.

sábado, 9 de abril de 2011

Ñam

-¿Quieres macarrones?
-Sí.
-¿Con qué?

-Con cariño, por favor.


Vetusta Morla – Pequeño Desastre Animal

lunes, 4 de abril de 2011

Villajuanete

Villajuanete era un lugar encantador, un lugar encantador y poblado por pies. Los habitantes de esta ciudad eran cientos de miles de pies de todas las formas y tamaños que, salvo por alguna patada que otra, se llevaban bien.

Convivían talones y metatarsos de la forma más tranquila posible, entre paseos y partidos de fútbol, cuando en invierno algo lo cambió todo. Con el frío, sus habitantes tuvieron que pasar de las sandalias y las chanclas a los zapatos y los CALCETINES. Éste no era un hecho que les perturbara, ya que lo hacían cada año. Incluso algún que otro pie algo rechoncho se alegraba de que llegara la época calcetinil para así poder esconder un poco más su figura.

Pero este año nada sería lo mismo. Todas las tiendas comenzaron a exponer en sus escaparates unos nuevos calcetines (de importación), que tuvieron un éxito rotundo en la temporada de invierno. Toooodos y cada uno de los pies tenía en su poder los calcetines de moda: eran unos calcetines naranjas, con dibujos de búhos. Y sobre todo: eran calcetines tobilleros.

En cuestión de días estos malévolos calcetines comenzaron a atemorizar sin piedad a toda la población de Villajuanete. Los calcetines se bajaban dentro de los zapatos de tal forma que era imposible alcanzarlos para devolverlos a su lugar, y todo el mundo sabe que tener un calcetín hundido en el zapato es una de las peores torturas que puede sufrir un pie. No contentos con eso, los búhos se llenaban de pelotillas y se pegaban a sus dueños de tal forma que era imposible ni siquiera recurrir a otro par.
 
Un buen día una de las piececillos más jóvenes del lugar pensó que estos búhos necesitaban su merecido, así que se descalzó y se dirigió con tono autoritario a sus alados acompañantes:


-Búhos, búhos,...buhítos.


Los búhos, que estaban a lo suyo, se quedaron perplejos y con los ojos más abiertos aún, con la pregunta de la niña.


-¿Noh habla a nozotro? (eran búhos gaditanos)

-Buhítos, no hagáis que me enfade.

-Ay chiquilla, qué malaje.


Piececillo se reía porque le parecía gracioso que unos búhos andaluces pudieran abrir tanto los ojos. "¡Mira qué cara se les ha quedado!", pensaba.




Desde entonces a la piececillo se le siguen colando los calcetines por dentro del zapato, pero es la única de todos los habitantes de Villajuanete a la que los búhos en vez de hacerle enfadar, le hacen cosquillas.