lunes, 4 de abril de 2011

Villajuanete

Villajuanete era un lugar encantador, un lugar encantador y poblado por pies. Los habitantes de esta ciudad eran cientos de miles de pies de todas las formas y tamaños que, salvo por alguna patada que otra, se llevaban bien.

Convivían talones y metatarsos de la forma más tranquila posible, entre paseos y partidos de fútbol, cuando en invierno algo lo cambió todo. Con el frío, sus habitantes tuvieron que pasar de las sandalias y las chanclas a los zapatos y los CALCETINES. Éste no era un hecho que les perturbara, ya que lo hacían cada año. Incluso algún que otro pie algo rechoncho se alegraba de que llegara la época calcetinil para así poder esconder un poco más su figura.

Pero este año nada sería lo mismo. Todas las tiendas comenzaron a exponer en sus escaparates unos nuevos calcetines (de importación), que tuvieron un éxito rotundo en la temporada de invierno. Toooodos y cada uno de los pies tenía en su poder los calcetines de moda: eran unos calcetines naranjas, con dibujos de búhos. Y sobre todo: eran calcetines tobilleros.

En cuestión de días estos malévolos calcetines comenzaron a atemorizar sin piedad a toda la población de Villajuanete. Los calcetines se bajaban dentro de los zapatos de tal forma que era imposible alcanzarlos para devolverlos a su lugar, y todo el mundo sabe que tener un calcetín hundido en el zapato es una de las peores torturas que puede sufrir un pie. No contentos con eso, los búhos se llenaban de pelotillas y se pegaban a sus dueños de tal forma que era imposible ni siquiera recurrir a otro par.
 
Un buen día una de las piececillos más jóvenes del lugar pensó que estos búhos necesitaban su merecido, así que se descalzó y se dirigió con tono autoritario a sus alados acompañantes:


-Búhos, búhos,...buhítos.


Los búhos, que estaban a lo suyo, se quedaron perplejos y con los ojos más abiertos aún, con la pregunta de la niña.


-¿Noh habla a nozotro? (eran búhos gaditanos)

-Buhítos, no hagáis que me enfade.

-Ay chiquilla, qué malaje.


Piececillo se reía porque le parecía gracioso que unos búhos andaluces pudieran abrir tanto los ojos. "¡Mira qué cara se les ha quedado!", pensaba.




Desde entonces a la piececillo se le siguen colando los calcetines por dentro del zapato, pero es la única de todos los habitantes de Villajuanete a la que los búhos en vez de hacerle enfadar, le hacen cosquillas.

2 comentarios:

  1. Búhos, búhos... BUHÍTOS!

    Los calcetines llevan a cabo una guerra lenta y fría, la peor de todas las guerras que existen. Nos los compramos creyendo que nos van a querer de pies a cabeza. Pero tú y yo sabemos que ellos sólo quieren destruirnos..

    ...desde los cimientos.

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  2. Amén.

    Fíjate qué cosas, que por creer que te quiere un cochino calcetín acabes con los talones desnudos (toa sessi).

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