Saldré a la calle, paso decidido, la capa de Superman recién lavada, con olor a lavanda y todo. Mientras pensaré en unos cuantos proverbios chinos, escucharé lo último de Ligeti (cuidado, no se te caiga el libro de Beckett de las manos).
Y cuando tenga todo eso debajo de las uñas, alguien se me pondrá delante y sólo sabré decir:
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