martes, 7 de enero de 2014

Cuando el papel se rompa en añicos

Cuando el papel se rompa en añicos se acabará todo lo que somos, lo que hemos sido. ¿Y lo que seremos? Si giro la cabeza veo que todo lo que somos, lo que hemos sido está escrito. Mejor o peor, más grande o más pequeño, pero escrito. En libros llenos de mugre, en papeles oficiales, en libretas electrónicas, en manos que sudan. ¿Y lo que seremos?

Todo esto para qué. Para quién. Nos escribimos cartas. Nos las escribíamos (ya no). Para contarnos todo lo que somos, todo lo que fuimos. Todo eso que está escrito en algún sitio, aunque sea un trozo de memoria.

Pero todo se puede romper. Como un jarrón, como una pierna, como una familia. Y se rompe en añicos tan minúsculos que no se pueden ver ni con el microscopio más insolente. Y todas esas letras que un día eran historias ahora están huérfanas; y no tienen vecinos y no forman palabras, frases, vidas.

¿Y cuando perdemos esas letras qué hay? qué queda en el libro oficial, en el papel electrónico, en la mente sudorosa, preocupada. No queda nada. Ni siquiera nada nuevo, creado a partir de los añicos. Sólo queda la incertidumbre de saber si querrán volver. Los trocitos, a pegarse en silencio, después de una caída monstruosa. Y sabemos que no, pero hemos visto muchas películas y creemos que todo puede ser. Hasta que el papel se rompa en añicos.

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