viernes, 18 de marzo de 2011

Las tapas del pan

He de reconocer públicamente que soy amante de lo raro. Este rasgo, que se encuentra entre lo irreverente y lo genético, puede ser de poca ayuda en algunos momentos, pero la mayor parte del tiempo a mí me encanta.

Resulta que una de estas rarezas es el amor profundo hacia las tapas del pan.

Antaño, cuando era yo una niña con pecas (más) y acento andaluz, ya me parecía una injusticia este atropello a las pobres tapas del pan bimbo, que vivía en su paquete ajeno a toda esta contienda. Era impensable aparecer en el colegio con un bocadillo formado por las tapas del pan; esto era comparable a llamar "mamá" a tu tutora delante de toda la clase, o a caerte de la silla una de esas veces en las que te inclinas hacia atrás (también delante de toda la clase).

En parte animada por este asco incoherente que veía en los demás a esas dos rebanadas, yo empecé a apreciarlas especialmente. Con el tiempo se convirtieron en mi parte favorita del paquete; más aún cuando algunos de mis compañeros se reían del tema (joder, qué cruel es la gente).

Pues bien, la indiferencia se convirtió en gusto, y el gusto se convirtió en amuleto. Las tapas del pan son hoy por hoy más que una buena señal.

Si ese día hace bueno: las tapas del pan. Si la conserje me hace caso a la primera: las tapas del pan (esto sólo ocurre con las tapas del pan, en ningún otro caso). Si no me echan de la cabina: las tapas del pan. Si ponen un capítulo de los Simpson que no he visto: las tapas del pan. Si no me llega ningún mensaje de Vodafone avisándome del próximo concierto de Shakira: las tapas del pan. ¿Que casualmente me pongo en la cola rápida del Mercadona, que en principio era la más larga?: las tapas del pan. Y así un largo etcétera.

Me decía una amiga, que por qué no compraba el otro paquete, que tenía el doble de rebanadas y salía más barato. Esta es la respuesta: tengo que esperar el doble de rebanadas a llegar a las tapas. Menos económico, pero más guay.

Que se rían todo lo que quieran los otros niños del patio, que a mí me va muy bien con mis tapas del pan.

6 comentarios:

  1. Menos mal que estoy solo en la sala de alumnos porque lo que me he podido reír...

    Y añado (y no miento) que ayer cené un sandwich de ¡2 TAPAS DE PAN! Fue una experiencia crujiente y catártica al tiempo que alcancé el nirvana.

    Y añado: TOLERANCIA 0 al pan sin corteza. (Y a Paz Padilla)

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  2. PECAS!!
    ajjajaja no se ni cuantisimosmil grupos de facebook con millones de seguidores podría formar a partir de cada una de las frases de esta entrada..
    qué adorable historia! enternecedora! tierna como miga de pan!(con perdón)
    deduzco que también te gustan los bordes de las empanadas? las monedas de uno y dos céntimos? las cabinas de dos a tres de la tarde?
    eres mi héroa

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  3. Jo, cómo moláis (con pecas y sin ellas).

    Dani, diste en el clavo, tostadas es como mejor están (sobre todo cuando llegas a casa después del teatro).
    Trini, haré futuros post mis otras "tapas del pan", pero ya te voy diciendo que efectivamente guardo las moneditas de céntimos. Lo de las cabinas sólo me gusta cuando está mi grupo de cámara y nos dedicamos durante todo el ensayo, que empieza a y veinte, a llamar a nuestro novio ignorado para ver cuándo nos da monólogo.

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  4. Eh! Yo tengo una alcancía de monedas de céntimo. Pero me han dicho en el banco que para ingresar el dinero voy a tener que hacerlo en Mallorca, que en Zaragoza no se hacen cargo. Quién sabe, a lo mejor con lo que haya ahorrado me da para una función teatral a la que iré, sin duda, en soledad.

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  5. ¡Pero nooooooooooooo, María, las tapas del pan protegen al pan de dentro de ponerse mohoso!

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  6. Ya ves Helena, es que ¡el amor es ciego!

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