martes, 23 de agosto de 2011

Manzana 6, puerta G

Nos contaban hace poco, entre gatos y aires acondicionados, que cuando mi madre y sus hermanos eran pequeños, se ponían tan nerviosos el día que tocaba ir a la playa que se acostaban la noche antes con el bañador puesto.

Y es que lo de los genes es de traca. Yo creo que la siguiente generación ha (hemos) desviado un poco esa rama nerviosa, pero ahí sigue. Porque como todo el mundo sabe, los genes ni se crean ni se destruyen, sólo dejan de morderse los labios para comerse las uñas.

Y, que no te engañen ni te vendan ninguna moto, porque hay cosas que no cambian. Por ejemplo, puedes creer que ya eres mayor, capaz de asumir más de una responsabilidad al tiempo, y de vez en cuando incluso no tienes que pedir dinero, y es entonces cuando te dan una paliza tras otra al tres en raya (3N_); y tú ahí estás, mirando, (riendo), "esta es la buena", sin poder hacer nada.

Por otro lado, esto de los genes es una lotería y en este mismo instante podríamos ser un canguro-militar, una cordobesa que en vez de reyes diga raya, una gata con nombre de barrio portugués, un franchute que en realidad es un andaluz frustrado, o el prota loco de un reality loco también.

(De cualquier manera no te lo recomiendo, porque en ese caso no tendrías la oportunidad de dar con ellos en algún lugar del mundo, y te estarías perdiendo un buen rato y unas risas).

1 comentario:

  1. "los genes ni se crean ni se destruyen, sólo dejan de morderse los labios para comerse las uñas"
    Me encanta.

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